El perdón es una actitud de presunta liberación que se adopta como
respuesta a una ofensa o un agravio. El acto del perdón suele interpretarse como el paso necesario para
alcanzar un estado de liberación; con el hecho de estar en paz con uno mismo.
No perdonar, por el contrario, tiene connotaciones más negativas. En este otro
estado quedan enquistados sentimientos como el odio, el rencor, el resentimiento o la rabia. Planteado de este modo parece lógico y deseable optar por el
camino del perdón. Pero cabría preguntarse si esto sucede necesariamente así o
si bien existen otros caminos alternativos.
El perdón, causas y consecuencias
Según sea la causa originaria del agravio, no todos se decantan por el
perdón, al menos no en un primer momento. Existen diversos factores capaces de
inclinar la balanza en uno u otro sentido, como la gravedad y las consecuencias
de la ofensa –que no deja de ser una cuestión subjetiva–, la personalidad del individuo y otras muchas circunstancias. Pero más allá de las causas
y consecuencias de la ofensa, y aún teniendo en cuenta la capacidad y el
convencimiento para perdonar, la cuestión es ¿qué implicaciones y qué
beneficios tiene?
Quien considere que la solución pasa por perdonar al culpable, efectivamente,
obtendrá beneficios de esta acción. Pero en términos quizá más filosóficos, y
tal vez más objetivos, podría decirse que el perdón dirigido hacia el culpable
tiene escasos efectos. Sobre todo para el ofensor. En cuanto al agraviado, el
perdón nunca debe presuponer olvido, justificación o autonegación, tampoco debe
pretender la reconciliación, sino la convicción y el propósito de que aquello
que arruinó el pasado, no arruinará el presente.
El perdón, la culpa y el arrepentimiento
Si nos paramos a pensar en los efectos emocionales que tienen muchas
acciones, como en este caso es el perdón, se observa que en su mayoría
repercuten en la propia persona. Perdonar, entonces, no es tanto un beneficio
para el ofensor como lo es para el agraviado. Y es en este punto donde descansa
el potencial benéfico del perdón. Ahora bien, sucede a menudo, sobre todo en
ciertas circunstancias particularmente graves, como pueden ser la violencia de
género o los abusos sexuales, que la culpa y el
perdón se confunden, de tal modo que el ofensor no manifiesta ningún
sentimiento de culpa ni menos aún de arrepentimiento, con lo cual esta se
transfiere y es adoptada como propia por la víctima. Se invierten los papeles.
El problema de la culpabilidad debe ser resuelto por el culpable, a
través del arrepentimiento, asumiendo sus responsabilidades y,
fundamentalmente, exonerándose a través de sus actos. El perdón, en cuanto a
sus efectos sobre el agresor, no tiene mayor influencia, cosa que sí ocurre
cuando se trata de la persona agraviada, al perdonarse a sí mismo y liberarse
de la culpa y el victimismo, en un proceso de
reconocimiento de una realidad –por la gravedad de los hechos y de sus
negativas consecuencias–, a la que no se tuvo acceso en su momento.
El perdón, debilidad y fortaleza
El perdón siempre se ha transmitido como un acto positivo y de bondad.
Incluso como una virtud que
conviene cultivar. La religión ha
tenido mucho que ver con esa percepción, siendo esta una de las cualidades que
más se ha esforzado en exaltar. Pero haciendo un ejercicio de abstracción
también cabe considerar que el perdón puede constituirse como una clara
manifestación de debilidad. Perdonar cualquier injusticia no solo puede situar
a la persona agraviada en un plano de inferioridad, sino que también atenta
contra la prevalencia de una justicia que, sin duda, siempre debe imperar.
Perdonar con independencia de las circunstancias o particularidades que concurran en cada caso, conduce a la negación de los propios derechos, sometiendo la opinión, las creencias, la ética o las propias necesidades a la realidad de unos hechos que quedan eximidos en virtud del perdón. Una persona asertiva, honesta y con una buena dosis de autoestima puede tomar la decisión de ejercer su derecho a perdonar. O no. No todas las circunstancias son propicias para encauzarse en el camino del perdón, sin que ello signifique que por ello haya que arrastrar sentimientos negativos que, en el fondo, es el gran problema a considerar. Y es que a veces se trata de algo tan simple y beneficioso como la indiferencia o el alejamiento de las situaciones y las personas perjudiciales. (punto clave, indiferencia y alejamiento. Que bien resulta ésto. Y lo dicen los expertos)
Tomado de: http://suite101.net/article/definicion-del-perdon-y-saber-perdonar-concepto-y-significado-a24751
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