"Olvidar no es ni bueno ni malo. Cada persona sobrelleva sus
situaciones como puede. Eso hace que cada uno, consciente o
inconscientemente, escoja la forma de sentirse más protegido. Y esa
fórmula pasa muchas veces por olvidar", explica Pilar Polo, psicóloga de
la Fundación Vicky Bernadet, una institución que atiende desde hace más
de 10 años a víctimas de abuso sexual.
El cerebro humano es sabio. Y busca mecanismos para enterrar lo que
duele. Lo que hace sufrir. Eso que puede impedir llevar una vida normal.
"Si lo vivido es doloroso la memoria puede suprimirlo", aclara Polo.
Tanto, que ese mecanismo de defensa puede provocar que los recuerdos de
un abuso sexual infantil duerman durante años. Queden tapados hasta que
una situación, un comentario o incluso una película los despierten.
"Para algunas personas ese bloqueo en la memoria es tan grande que
pueden llegar a no tener ningún recuerdo de su infancia", explica Polo.
Rebeca A. J. sí se acuerda de cosas de cuando era pequeña. De aquella
vez que se cayó de la bici y se rompió el brazo. O de ese verano en el
que su abuela les preparaba a ella y a sus primos bocadillos de beicon
para cenar. Sin embargo, hasta hace cinco años no tenía ningún recuerdo
de los episodios de abuso que había sufrido por parte de alguien de su
entorno familiar. Los había escondido tan al fondo de su mente que era
como si no hubieran ocurrido. Pero, aunque esta mujer de 31 años no lo
sabía, esos abusos le habían marcado la vida. "Tenía depresiones,
angustia... Y llevaba un tiempo sufriendo bulimia", cuenta.
Un día, Rebeca -que no quiere dar su apellido porque sólo una parte muy
pequeña de su familia sabe lo que sucedió- volvió a encontrarse con su
agresor. No lo veía desde que era niña. Desde que ocurrió todo.
"Encontrarme con él fue horrible. Pero no fue tanto verle como
escucharle. Ese tono de voz, esas palabras empalagosas de cariño...
Empecé a tener recuerdos de escenas sueltas. A revivir lo que había
pasado", relata. Esa voz que despertó en ella aquello que había
mantenido dormido le hizo pedir ayuda. Acudir a tratamiento para tratar
de atajar las secuelas que el abuso sexual le habían provocado.
"Las víctimas de abusos sexuales que no han recibido ayuda pueden
padecer problemas de relaciones sociales, de sexualidad, dificultades de
entregarse sanamente a la pareja, baja autoestima...", explica Vicky
Bernadet, fundadora de la institución que lleva su nombre y que atiende
actualmente a unas 150 personas en sus programas de terapia. La propia
Bernadet, que sufrió abusos desde los 9 hasta los 17 años, cuenta que
ella también padeció algunos de esos problemas. "Fui una adolescente
rebelde, rara... En el fondo buscaba llamar la atención", dice. Ahora
tiene 56 años y una enorme vitalidad. Sus palabras emanan energía y
habla de su situación con naturalidad y mirando a los ojos a su
interlocutor. Su actitud contrasta con los años de silencio en los que
se vio sumida. Bernadet vivió hasta los 34 años en la cárcel de su
propio secreto. Hasta que su sobrina encontró unos poemas en los que
había plasmado sus sentimientos hacia todo lo que había ocurrido. "Ahí
se destapó todo. Fue el detonante que me hizo actuar", cuenta. Entonces
buscó atención para su problema. Ayuda especializada. Terapias. Y no
encontró nada. Así que decidió crear su propia institución para llenar
ese vacío.
Y la respuesta ha sido inmensa. Su fundación, con sede en Barcelona,
recibe cada día llamadas o correos electrónicos desde toda España
pidiendo asistencia. Una situación que ha llevado a que un día a la
semana sus psicólogas atiendan por teléfono a aquellos que están lejos y
no han encontrado ayuda en su comunidad. Sólo hay que echar un vistazo a
las cifras de varios estudios para comprender la magnitud del problema:
entre un 20% y un 25% de las mujeres, y entre un 10% y un 15% de
hombres españoles han sufrido abusos sexuales en la infancia. La cifra
puede parecer alta, pero, según Bernadet, no lo es. "El abuso sexual no
es sólo penetración", dice. De hecho, el National Center on Child Abuse
and Neglect de Estados Unidos considera abuso sexual "todo contacto o
interacción entre un menor y un adulto cuando éste utiliza al niño para
estimularse sexualmente a sí mismo, al propio niño o a otras personas".
El abusador, como en el caso de Rebeca, de Vicky y de tantos otros,
suele ser, además, alguien cercano al niño. Una persona de su familia
-un tío, el hermano, el padre- o de su entorno -vecinos, amigos de los
padres, profesores, monitores-. En unas polémicas declaraciones, el
obispo de Tenerife hacía ayer referencia a esta realidad para defender a
la Iglesia tras los últimos escándalos de abusos de sacerdotes. En
declaraciones a la SER, dijo que estadísticamente la mayor parte de
abusos y malos tratos a niños se dan en las familias.
Los expertos apuntan a que el agresor suele ser una figura de
referencia para el menor. Alguien en quien este confía, lo que hace
mucho más difícil que el niño hable. O simplemente que piense que lo que
le está ocurriendo no es normal.
Y esa es otra de las fórmulas de olvido. Casi nadie recuerda las
situaciones que considera comunes, ordinarias. Las cosas normales quedan
tan diluidas que si intentáramos acordarnos de todas las revisiones
médicas a las que nos hemos sometido no podríamos. Tampoco de los taxis
que hemos cogido. "Sólo se recuerdan las cosas que destacan. Que nos
llaman la atención por algo", apunta Clara González, psicóloga experta
en abusos sexuales. Y ese es uno de los argumentos que muchos adultos
que abusan de niños emplean. "Manipulan a los niños y muchas veces a su
entorno para hacerles creer que todo lo que está ocurriendo es normal.
Esto es lo que ocurrió probablemente con José Ángel Arregui. Hizo pensar
a sus víctimas que las cosas que hacía eran normales", sostiene Polo.
De pequeña, cuando todo empezó, Bernadet creía que lo que le ocurría a
ella les pasaba también a los otros niños. "Luego descubrí que no. Y fue
angustioso. Pensaba: esto no puede estar bien; no puede estar bien si
no puedo mirarle a los ojos", recuerda. Pero, al fin y al cabo, él era
el adulto. El que sabía. La psicóloga Pilar Polo explica que los
agresores hacen creer a los niños que lo que está ocurriendo es
correcto. "Para un niño una cosa es mala cuando es violenta, y el abuso
sexual infantil muy pocas veces tiene violencia física. Muchas veces los
niños no saben dónde está el límite, y menos con una persona a la que
respetan, en la que confían", sostiene. Y ahí está otra de las claves:
los abusadores hacen creer a sus víctimas que son especiales para ellos.
"La autodefensa para muchas víctimas es ir tapando lo que les ha
sucedido, lo que les está pasando", explica Tina Alarcón, directora del
Centro de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales (CAVAS). "Esto no
ocurre en las agresiones sexuales pero sí en los abusos. Si además el
niño es muy pequeño y el abuso no ha sido doloroso se puede llegar a
olvidar. Y si lo ha sido se puede llegar a crear una costra de olvido
para tapar el sufrimiento", asegura Alarcón. "También se puede llegar a
negar internamente lo que pasó. O hacerse creer a uno mismo que lo que
sucedió no fue grave. O que no afecta, que ya se tiene superado", añade.
En el caso de Cristina Fernández, su verdugo era también, para el resto
del mundo, su defensor. "Tenía todo con él. Me defendía y abusaba de
mí. Recuerdo que cuando empecé a mostrarme rara con él algunos miembros
de mi familia de decían: 'Pero cómo le dices eso, cómo te portas así con
él, con lo que te defiende, con lo que te llega a querer'. Y lo que me
quería... Lo quería todo conmigo. Me lo daba todo, todito, todo. 'Pues
no me quieras tanto', pensaba yo", dice. Y se ríe de ese pequeño chiste
que ha deslizado durante la conversación. "Ahora me río, intento bromear
sobre ello. Eso es un síntoma de que me estoy recuperando", dice.
Cristina, como Vicky Bernadet, recuerda perfectamente los abusos. Es
más, ninguna de las dos tiene ningún otro recuerdo de su infancia. Sólo
oscuridad. Esa es, según Pilar Polo, una de las características comunes
de las personas que empiezan terapia por haber sufrido abusos sexuales
de pequeños. "Yo no me acuerdo de nada. Ni de la primera comunión, ni
del primer día de colegio. Quieres borrarlo todo y acabas enterrando lo
bueno y lo malo", explica Bernadet. Y apunta otra anécdota: "Hasta hace
nada, si intentaba recordar mi imagen de cuando era pequeña me veía como
una niña sin cara. Veía mi cuerpo, mi silueta, pero no tenía rostro".
Un día, durante una conferencia para hablar de abusos sexuales, Bernadet
por fin se vio. "Supongo que no me recordaba porque no me gustaba nada
tener cara siempre de niña triste, cuando soy una persona muy alegre.
Quizá esas ganas de ocultar la mala cara, esa máscara que llevé durante
años para que nadie se enterase de lo que estaba ocurriendo provocaron
después que me viera así, pixelada", dice.
A Cristina, de vez en cuando, le vienen a la cabeza flases, escenas de
esos abusos. "Cuanto más tranquila estoy y más me relajo, más me
ocurre", cuenta. Esta mujer de 46 años no asumió hasta los 38 lo que le
había pasado. Para poder seguir viviendo, había enterrado sus recuerdos
de los abusos. Pero había empleado una fórmula diferente de la de
olvidar. Bloqueó toda emoción, todo sentimiento hacia esas vivencias.
Así, a los 38 años, después de ver a Bernadet en televisión, de leer
varios libros, de acudir a terapia para solucionar otros problemas que
después resultaron ser consecuencia de los abusos, decidió ir a la
fundación catalana. "Pensé: '¿Quién es esa loca que habla de lo que le
ha ocurrido a cara descubierta?", bromea mirando a Vicky, sentada frente
a ella. Esa aparición en un reportaje televisivo llevó a las terapias y
grupos de apoyo de la fundación a muchas personas más -víctimas, pero
también familiares y amigos-.
Mireia Apesteguía, trabajadora social de la Fundación Vicky Bernadet,
explica que las noticias sobre abusos sexuales, las apariciones en
televisión hablando del tema o el descubrimiento de escándalos como el
que está aflorando ahora en el seno de la Iglesia católica hace que
mucha gente se decida a pedir ayuda. Algo fundamental para poder superar
el abuso infantil. "A veces algo provoca que el cerebro haga clic y
empiece a recordar todo lo que estaba dormido. Algunos han rememorado
así los abusos que sufrieron. Otros simplemente siempre los tuvieron
presentes, pero los han asumido, han llegado a la conclusión de que
necesitan ayuda y deciden dar el paso", explica.
Apesteguía lo sabe muy bien. Es la persona que atiende a las víctimas
que acuden a la organización por primera vez. Habla con ellos en una de
las acogedoras salitas del piso de la fundación en el centro de
Barcelona. Habitaciones donde nunca falta el paquete de pañuelos de
papel sobre la mesa.
El olvido, pero también el bloqueo de sentimientos hacia lo sucedido,
ocurren, según la directora de CAVAS, fundamentalmente cuando se guarda
silencio sobre el tema. "Cuando el niño no contó lo que estaba
ocurriendo. En los casos en los que se guarda silencio es muy difícil
restaurar después el equilibrio de la persona", dice.
Polo, Bernadet, Alarcón... Profesionales y víctimas llaman la atención
sobre la necesidad de prevención. Y de detección. "Hay que observar, sin
llegar a caer en la sobreprotección, el comportamiento de los niños.
Estos muchas veces nos dicen, sin hablar, lo que les pasa", dice
Alarcón. "También hay que cuidar mucho cómo reaccionar si el niño -o
luego, más tarde, el adulto- nos confía que está siendo víctima de
abusos", aconseja Bernadet. Es la única manera de que estas víctimas no
entren en la cárcel del silencio. Una prisión que, muchos, tardan años
en abandonar. Otros no la dejarán nunca.
fuente: http://www.soyborderline.com/index.php/documentacion-y-articulos/ultimas-noticias/10281-abusaron-de-mi-aunque-no-lo-recuerde.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario