miércoles, 21 de octubre de 2015

Los síntomas que develan un drama secreto

El 50% de los chicos que han sido abusados se lo cuenta a un amigo, y el 20%, a la madre, según cifras de una asociación civil

Son tragedias personales, íntimas y secretas que jamás se olvidan y dejan heridas indelebles en el alma. Las consecuencias del abuso sexual infantil muchas veces se arrastran de por vida. Y por cada caso que sale a la luz, existen cientos de otros que permanecen ocultos.
Según datos de la asociación civil Salud Activa, "el 30% de las víctimas no se lo cuenta jamás a nadie porque teme a la reacción de los demás, ya sea por sentimientos de culpabilidad o de vergüenza. Otro 50% elige a un amigo de su mismo sexo como confidente, y un 20% se lo cuenta a su madre o a otro familiar".
La psicóloga Elvira Berardi, titular de la Fundación Educando para Prevenir la Violencia (Funprevi) sostiene que es muy difícil establecer qué porcentaje de casos realmente se denuncian y a quién. Pero según su experiencia, los niños más pequeños muchas veces se lo cuentan a sus abuelas; los adolescentes suelen confiarles este secreto a sus amigos más íntimos, y los adultos, generalmente después de muchos años, se animan a contarlo en la terapia o en grupos de autoayuda.
Hay que tener en cuenta que el abuso sexual no es un hecho único y violento, como una violación. "Es más bien un proceso en el que un adulto ejerce su poder afectivo y va avanzando en la intimidad del niño y capturando su voluntad de a poco", señala la psicóloga Beatriz Müller, directora de la ONG Salud Activa.
Frecuentemente, el abuso se produce dentro de la familia, por parte de alguno de los padres (biológicos o no), o de un familiar cercano. El niño no puede contarlo, porque se siente culpable y teme que si devela su secreto se destruirá la familia. Son menos los casos en que el abusador es un maestro, otro niño o un extraño.
Pero éstos son, naturalmente, los que más se difunden. Uno de los preconceptos más difundidos respecto del abuso sexual es que está ligado a la pobreza o a un bajo nivel educativo. Sin embargo, es un drama que se produce en todas las clases sociales. También es difícil prevenir los abusos, pero es importante enseñar a los chicos que su cuerpo les pertenece y que nadie tiene derecho a hacerles algo que ellos sientan que no está bien.

El silencio de los inocentes

Cuando no pueden contarlo -a veces ni siquiera tienen las palabras para hacerlo-, los niños dan señales de lo que está pasando, generalmente a través de síntomas en su conducta y en el cuerpo (ver recuadro).
Hay chicos alegres que se vuelven introvertidos y pierden etapas evolutivas. Empiezan a hacerse pis y caca encima otra vez, o vuelven a la mamadera. También hay que estar atentos a las conductas muy sexualizadas, como el exhibicionismo o los intentos de tocar los genitales de otras personas.
"Hay chicos abusadores, que generalmente fueron abusados. O están siendo testigos de situaciones de sexualidad que no entienden, y repiten conductas", advierte Müller.
A veces, inventan personajes, porque no pueden decir quién los está abusando. Pero hay que creerles. "Los niños no mienten cuando se trata del maltrato sexual -dice Berardi-. Cuando se conoce un abuso, hay que pedir ayuda profesional, y jamás silenciarlo."
Muchas veces, son los docentes quienes detectan estas señales de alarma en los chicos, o llegan a sus oídos denuncias, por parte de las víctimas o de sus compañeros. Lamentablemente, no siempre intervienen, ya sea porque no se sienten preparados para ello, o porque temen represalias por parte de los padres o de sus superiores.
"Las secuelas psicosomáticas del abuso sexual tarde o temprano aparecen como trastornos alimentarios, digestivos, endocrinológicos, depresión e intentos de suicidio", detalla Berardi.
Es sumamente importante intervenir temprano, para frenar el abuso y evitar que las víctimas pasen años peregrinando por consultorios, con su tragedia secreta y una mochila cargada de síntomas que eterniza el abuso que sufrieron en la niñez. Hay que quebrar el silencio.

Las huellas del abuso

En niños menores de 6 años: sangre en el recto o en la vagina, fisuras, infecciones, dolor al sentarse o al andar. Manifestaciones de sexualidad inapropiadas para la edad, masturbación o juegos sexuales. Rechazo del contacto afectivo, aversión a determinada persona o lugar. Pesadillas y miedos recurrentes. Retroceso en el comportamiento (orinarse en la cama, chuparse el dedo, llorar excesivamente). Miedo a que los bañen o vean desnudos
De 6 a 12 años: miedos, fobias, insomnio, ansiedad y depresión. Comportamiento sexual provocador, impropio para su edad. Fugas del hogar. Falta de concentración, bajo rendimiento intelectual y pérdida de interés por lo escolar
De 12 en adelante: ideas de suicidio. Sexualización de todas las relaciones. Asumir el rol de la madre en la familia. Ausentismo escolar, alcoholismo o consumo de drogas