miércoles, 4 de mayo de 2016

"Tras 50 años de amnesia descubrí que mi abuelo había abusado de mí"

     Inconscientemente bloqueó una parte de su infancia y aunque siempre vivió atormentada por la culpa y la baja autoestima, los recuerdos estallaron durante un viaje a Tailandia al tomar conciencia de la explotación sexual infantil. Entonces, con 57 años, recordó lo ocurrido.

     Marian ha vivido hasta ahora una vida aparentemente normal. Tiene cincuenta y siete años y siempre ha trabajado. Se casó y tuvo hijos. El matrimonio se acabó y hace cuatro años comenzó una nueva relación. Todo aparentemente normal. Pero algo no marchaba bien. De hecho, nunca ha ido bien. Su lucha constante contra sus propios pensamientos y tormentos, que ha tratado siempre de apartar, nunca le permitieron ser del todo feliz. Tampoco el sentimiento de culpa, ni la baja autoestima que ha padecido hasta ahora.
     Durante cincuenta años, esta mujer no supo por qué no conseguía estar en paz consigo misma. Pero un episodio sexual con su pareja y un viaje a Tailandia que realizó el pasado verano le han hecho recuperar la memoria y recordar el borrón que inconscientemente hizo de una parte de su infancia. “He tenido un bloqueo total que no me permitía rememorar nada de lo que ocurrió”, explica Marian a este diario.
     El pasado mes de julio Marian abrió su propia caja de Pandora. Los idílicos paisajes del sureste asiático chocaron en su mente con el lado más sórdido del país: el turismo sexual infantil. Y algo se removió dentro de ella. Las ráfagas de imágenes le hicieron recordar que hace cincuenta años sufrió abusos sexuales por parte de su abuelo materno. Tenía siete años y los abusos fueron prolongados en el tiempo. “Es un país donde se abusa mucho de la menor. A las niñas se les ve el miedo en la cara. Eso fue la chispa y algo explotó dentro de mi. Se destapó algo que he tenido oculto durante toda mi vida”, afirma Marian. La rabia, el odio y el llanto brotaron a borbotones y decidió dejar a su pareja. “No sé descifrar las sensaciones que me salieron en aquel momento”.
     Según datos ofrecidos por la asociación Garaitza, especializada en el tratamiento del abuso y maltrato en la infancia y desprendidos de las estadísticas elaboradas por el profesor Félix López, catedrático de psicología de la sexualidad de la Universidad de Salamanca, el 23% de las niñas y el 15% de los niños en España sufren algún tipo de abuso sexual. Cifras publicadas por el Consejo Europeo estiman que 1 de cada 5 niños en Europa son víctimas de algún tipo de violencia sexual y entre el 70 y el 85% de los casos tienen en común que el agresor pertenece al entorno del menor. “Es una cosa de la que no se habla porque lo que toca es la familia y la sexualidad. Es un tema tabú en nuestro país y también a nivel mundial”, explica Carmen Escudero, presidenta de la organización. “En el abuso se impone el silencio y una de las formas de romperlo es hablarlo”, añade Pilar Polo, psicóloga de la Fundación Vicky Bernadet.
     Escudero aclara que el abuso sexual en la infancia genera secuelas a todos los niveles de la vida cotidiana adulta: desde cualquier tipo de adicción, pasando por enfermedades, hasta daños psicológicos y emocionales graves. “Adicción a drogas, comida, alcohol, a relaciones insanas, al sufrimiento, ludopatía, etc.”, declara la experta.
Tendencias suicidas
     El pensamiento suicida también es una de las consecuencias. “En los casos con los que yo trabajo la ideación suicida es muy elevada, un 90%. Otra cosa diferente es que se lleve a término”. Por otro lado, los menores que han sufrido abusos sexuales pueden padecer amnesia. “No recuerdan lo que ocurrió. Tienen las secuelas del abuso pero no tienen el recuerdo de haberlo vivido. Lo sufre en torno a un 40% de las víctimas con las que trabajo. Bloquean situaciones concretas de agresiones que su cabeza de niño no puede sostener”, subraya Escudero. Algunas personas no lo recuerdan nunca y otras conviven con sus propias intuiciones, que pueden estallar en cualquier momento, como es el caso de Marian, que decidió acudir el pasado mes de septiembre a Garaitza para buscar apoyo.
     “Mi mente lo encerró para que no me hiciese daño, pero todas las secuelas estaban ahí dentro. Ahora me siento mejor, estoy haciendo un gran trabajo en la asociación y afirmo que se puede superar y salir adelante”, explica Marian. Para ella, dice, lo más difícil de este proceso ha sido perdonar a su madre, que también sufrió abusos por parte del mismo agresor, su propio padre. “Cuando destapé todo me preguntaba ¿por qué no me protegió? He aprendido a aceptarla tal y como es. Ha sido una de mis grandes pruebas”.
     Marian tiene claro que si hubiese podido habría denunciado a su agresor, pero falleció hace años. “Es un derecho que yo tengo porque me agredieron y abusaron de mi. Es importante sacar la verdad de cada uno. Hay abusos en las familias y eso se tiene que destapar. Ya basta de que todo quede oculto”, critica.
     Según Garaitza, esta situación está motivada por dos causas: la escasez de recursos públicos y privados para su tratamiento y el secretismo que envuelve a los abusos sexuales. “La infancia no es un lobby de poder y estos temas siempre quedan en segundo término en las agendas políticas”, añade Polo. Los expertos también coinciden en que la prescripción de los delitos sexuales no ayuda a paliar esta lacra. La legislación fija que los abusos sexuales a menores prescriben entre los cinco y diez años a partir de la mayoría de edad de la víctima. “Si las secuelas no prescriben, ¿por qué los delitos sí?”, pregunta Escudero.

Marian recordó con 57 años que su abuelo materno abusó de ella sexualmente cuando tenía 7.
Marian recordó con 57 años que su abuelo materno abusó de ella sexualmente cuando tenía 7.